"HIDROTERMAPOLITANO" Podcast + Arte

"HIDROTERMAPOLITANO" Podcast + Arte
Síguenos ahora en nuestro podcast

viernes, 23 de abril de 2010

“UNA ESTRELLA PARA PONCE”




Considero un deber de todo compositor
mexicano, ennoblecer la música de su patria,
dándole forma artística, revistiéndola
con el ropaje de la polifonía y conservando
amorosamente las melodías populares,
que son la expresión del alma nacional.
EPITAFIO DE MANUEL M. PONCE


     Sin tener idea de cómo llegar, bajé en la Estación Constituyentes del Metro de la Ciudad de México; cerca de la salida se encuentra el Panteón de Dolores, en el cual reposa el cuerpo de Manuel María Ponce Cuellar, zacatecano de nacimiento, aguascalentense por adopción y fallecido en la capital del país.

     Manuel M. Ponce, nació el 8 de diciembre de 1882, en Fresnillo, Zacatecas, y con varios días de nacido (algunos afirman que a cuatro días de su nacimiento, otros que a un par de meses) su familia decide trasladarse a la ciudad de Aguascalientes, en la cual vivió buena parte de su vida y en donde comenzó sus estudios musicales desde sus cuatro años, a cargo de su hermana Josefina y para 1890 inició clases formales de piano con Cipriano Ávila, momento en que compuso su primera obra, La danza del sarampión.

En cierta ocasión, en el Restaurante Vasco, se acercó al maestro el señor licenciado Manuel Pacheco (zacatecano) y le dijo: “Qué gusto en saludarlo, paisano”, a lo que Ponce contestó: “Paisano no, vecino” Una afirmación más del amor que siempre sintió por su estado casi natal(LÓPEZ, 1950, 300)
     Manuel M. Ponce (Director de la Orquesta Sinfónica Nacional 1917 – 1920), junto con José Pablo Moncayo, Blas Galindo, Carlos Chávez, entre otros, conforman una rama de la música mexicana que se enfocó en retomar elementos de la música tradicional y popular del país, para transformarla a la estructura de la música clásica, a crear un “Folklore Estilizado”. De ahí que las obras de éstos y varios compositores más, sean difundidas en todo el país y en el extranjero como una representación de lo que es en sí mismo, México.

     Cimiente del nacionalismo musical, Ponce representó en sus creaciones, parte de la idiosincrasia y tradición musical y literaria de Aguascalientes y del país, su obra ha sido considerada como música popular y también como música culta, tanto por su apego a las raíces del terruño, como a las significaciones artísticas del momento.

Como todos los nacionalismos, el mexicano se inició como una búsqueda de una identidad sonora, pero en su camino transformó y amplió las posibilidades expresivas y técnicas de su arte, permitiendo así el ingreso de la música mexicana a la contemporaneidad(MORENO, 1989, 18)
     Desde obras sinfónicas como Chapultepec o Ferial, sus obras para guitarra, como el Concierto del Sur, sus creaciones para piano, tales como Intermezzo, hasta creaciones de corte más popular, como lo puede ser A la Orilla de un Palmar, escribió Manuel M. Ponce piezas para guitarra, violín y piano; sin embargo de sus creaciones, tal vez sea la mayormente difundida, “Estrellita”.

Estrellita se ha editado por millares. Grabaciones y arreglos para distintas tesituras e instrumentos. Esta mexicanísima canción es la más universal de cuantas se han escrito en el orbe (…) Las palabras sencillas de los versos también se apegan a la tradición romántica mexicana. Letra y música son del mismo autor. Formó con ellas un conjunto perfecto e inspirado. La religión, la ciencia, la filosofía y las artes, con sus diferentes puntos de vista convergen hacia las estrellas: el microcosmos ante el macrocosmos. Quizá ésta sea una causa por la cual Estrellita la interpretan diferentes razas” (LÓPEZ, 1950, 300)
     La música de Manuel M. Ponce ha logrado trascender a lo local, regional y nacional, para convertirse en lo que sin duda alguna, puede calificársele como patrimonio mundial, equiparándolo con compositores de la talla de Mozart, Bach, entre otros; sin demeritar a otros grandes compositores nacionales, mas, las creaciones de Ponce, a diferencia de, por ejemplo los Sones de Mariachi de Blas Galindo, o el Huapango de José Pablo Moncayo, basados en canciones tradicionales, Ponce desarrolló un estilo peculiar que, sin separase de la tradición musical del país, al no retomar fielmente obras ya existentes, sino proponer composiciones totalmente nuevas.

     Manuel M. Ponce fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1947, nombrado miembro del Seminario de Cultura Mexicana, director de la Escuela Nacional de Música y fundador de la Cátedra de Folklore en dicha institución; sin embargo, fallece en la Ciudad de México el 24 de abril de 1948. La capital del estado en plena verbena abrileña, a un día de festejar a San Marcos, patrono de la feria; la noticia llega a quienes convivieron con él en su infancia y juventud, no faltó quizás alguien que interpretara alguna de sus melodías al momento de conocer el hecho, tal vez, muchos asistieron al Jardín de San Marcos, a las afueras de su casa en la Calle Hebe, ya conocida entonces con el nombre del compositor, que en 1941 develara la placa que adjudicaba su nombre a dicha arteria.

El día de San Marcos de 1948 nos hallábamos en una fiesta campestre en la Huerta Games, bajo este sol de Aguascalientes que parecía una naranja de fuego. Los invitados de la feria tradicional de mi tierra departíamos con un buen ánimo bajo los árboles, entre los viejos afectos, cuando a alguien se le ocurrió dedicar un minuto de silencio en honor de quien a aquella hora descendía en la capital al perpetuo descanso del polvo (…) De pronto surgieron en la tarde las notas purísimas de un violín. “Marchita el alma” y “Estrellita” resonaron con la grave ternura de los adioses, en aquel aire que en otro tiempo inspiró al maestro, fue inevitable que los ojos no se llenaran de lágrimas(ACEVEDO, 1949, 74)
     Aún con su muerte, Ponce ha seguido vivo en la música popular del país, no en la medida que en su momento tuvo; hoy generaciones han olvidado por completo el nombre de Manuel María Ponce Cuellar, por ende, su obra; y no por nada, hoy no se difunden sus creaciones más que en algunas estaciones radiofónicas de corte cultural, escasas por cierto en nuestra entidad; en las escuelas no se menciona siquiera en nombre del compositor, sólo en el Instituto que lleva su nombre, el Centro de Estudios Musicales Manuel M. Ponce, al cual, desde un punto de vista meramente personal, le haría falta el retomar la visión de la cultura tradicional mexicana en su enseñanza.

Somos un país sin memoria; la más joven generación de compositores ignora despectivamente el grueso de la obra de Manuel M. Ponce y aun de Carlos Chávez. El desconocimiento de la obra de autores no establecidos en el santoral oficial como Miguel Bernal Jiménez o José Pablo Moncayo es absoluto” (MORENO, 1989, 24)
     Manuel M. Ponce, el compositor aquicalidense es olvidado poco a poco por los niños y por los jóvenes, gran labor la de retomar aunque sea una vez por año su música en un pequeño festival denominado “PONCEFONÍA” en el cual se muestra parte de su repertorio, tarea nuestra, asistir a estos eventos, difundirlos y por qué no, exigir cada vez más calidad en el mismo, por qué no realizarlo a una escala regional o nacional, cada quien desde su perspectiva, desde sus oportunidades, homenaje sencillo sería tal vez ir a escuchar este 24 de abril su música en el Jardín de San Marcos, frente al que fuera su hogar; yo estaré ahí, por si alguien gusta; Ponce lo merece.

     Ya en el Panteón de Dolores de la Ciudad de México, recordé la fuente ubicada en la parte posterior de la Exedra, en la plaza principal de Aguascalientes, dicha fuente cuenta con la siguiente inscripción: “AGUASCALIENTES A MANUEL M. PONCE” así mismo, es posible darse cuenta que, la estatua que acompaña dicho epígrafe, es una réplica del monumento funerario que se encuentra en su tumba.





FUENTES


ACEVEDO Escobedo, Antonio. En el aniversario de Manuel M. Ponce. En ACEVEDO Escobedo, Antonio. Letras sobre Aguascalientes. Instituto Cultural de Aguascalientes, México, 1963.

ARELLANO Olivas, Ma. Del Carmen. SANDOVAL Cornejo, Martha Lilia. Los frutos ascendentes. Juegos Florales de la Feria Nacional de San Marcos 1931-1967. Gobierno del Estado de Aguascalientes, Instituto Cultural de Aguascalientes. México, 2002.

ARETZ, Isabel. América latina en su música. Ed. Siglo XXI. México, 1975.

ENGEL, José Luis. Diccionario General de Aguascalientes. Gobierno del Estado de Aguascalientes. Instituto Cultural de Aguascalientes, México. 1997.

________________. Efemérides de Aguascalientes Históricas y Culturales. Editorial Filo de Agua. México, 2000.

LÓPEZ Alonso, David. Manuel M. Ponce. En ACEVEDO Escobedo, Antonio. Letras sobre Aguascalientes. Instituto Cultural de Aguascalientes, México, 1963.

MORENO Rivas, Yolanda. Rostros del nacionalismo en la música mexicana, un ensayo de interpretación. Fondo de Cultura Económica. México, 1989

PORTAL OFICIAL DEL GOBIERNO DEL ESTADO DE AGUASCALIENTES. www.aguascalientes.gob.mx

PORTAL OFICIAL DEL CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES. www.conaculta.gob.mx

TOPETE Del Valle, Alejandro. Feria de San Marcos – Estampas y Recuerdos. Gobierno del Estado de Aguascalientes. México 1982.





martes, 13 de abril de 2010

“TODO POR LEER EN EL JARDÍN”



“Cuando leo me lleno de vida, y cuando escribo,
esa es otra parte de la guerra que estoy haciendo”
ERNESTO GUEVARA DE LA SERNA


     ¿En serio te gusta leer? Me preguntaron hace tiempo; no recuerdo quien, lo que sí viene a mi memoria es el hecho de que la pregunta surgió en una plática telefónica un domingo por la mañana, cuando me encontraba sentado en el Jardín de San Marcos, con un libro en las manos.

     Por antonomasia, símbolo de nuestro estado, el Jardín de San Marcos representa uno de aquellos aspectos provinciales, hoy casi perdidos, del viejo Aguascalientes; el terreno que ocupa dicho jardín, fue valuado en 400 pesos y otorgado el 3 de mayo de 1931, ocupa un rectángulo de 168 metros de largo por 88 metros de ancho; sin embargo el jardín no sería en sí mismo lo que es sin la balaustrada que lo rodea, la cual comenzó a construirse el 9 de marzo de 1842, siendo Gobernador del Estado, el General Nicolás Condell; y fue hasta 1847 cuando se finalizó la obra.

     Realizado en cantera rosa y con un estilo neoclásico, el Jardín de San Marcos cuenta con cuatro puertas, las cuales se dirigen a los cuatro puntos cardinales, siendo la puerta poniente la mayormente conocida por la ubicación frente al Templo que da nombre al jardín. No obstante, tanto la balaustrada como el interior ha sufrido modificaciones al paso del tiempo, por ejemplo hubo un tiempo en que se acondicionaron más puertas, ahora en las esquinas del jardín, aunque no de la misma forma que los cuatro accesos principales, además los remates de la balaustrada han sido cambiados de ser macetas, a solamente imitar la forma de jarrón.

“¡Ay, que el jardín mutilado llora por sus cuatro esquinas! (…) ¡Ay, el Jardín de San Marcos, alhaja de la provincia…! ¡Qué dirá Enrique Fernández Ledesma, cuando describa el sacrilegio de haberte cortado las cuatro esquinas!(REYES, 2002,41)
     El Jardín de San Marcos se encuentra ubicado en el barrio del mismo nombre entre las calles Manuel M. Ponce, Enrique Fernández Ledesma y Jesús F. Contreras, personajes emblemáticos de dicho jardín, anteriormente el jardín se rodeaba de personajes mitológicos, pues las calles que lo circundaban eran las de Flora, Hebe y Juno, por cierto la casa de Manuel M. Ponce se encuentra en la que fuera la calle de Hebe, hoy con el nombre del compositor.

En una de tantas anécdotas teñidas del color local de la leyenda, se dice que en el Jardín de San Marcos, el jardín de más honda tradición de la ciudad, cerca de la puerta sur, se reunían el joven Manuel M. Ponce y los adolescentes Ramón López Velarde y Saturnino Herrán. Se habla aun una fuente, y sentados en ella, los tres deliberaban sobre la necesidad del impulso del arte criollo en el país, lejos del folclorismo indígena y de las vistosas españoladas(CAMPOS, 2002, 19)

     Cierto o no, lo interesante de esto es que de haber ocurrido así, hoy en día continúan sucediendo dichos encuentros, ya no en persona, sino en la nomenclatura de las calles que rodean al jardín. Costumbre aún persistente esa de ir a platicar al jardín, sobre todo en tiempo de la Feria de San Marcos (hoy Feria Nacional / Internacional de San Marcos); el jardín ha sido testigo fiel de la verbena abrileña, siendo parte de la evolución de la misma y del uso que se le ha dado al propio jardín; por ejemplo el tiempo en que los tapancos se encontraban a las afueras de él.

A la izquierda se ubicaban los tapancos, construidos al nivel de la balaustrada, sobre la calle de Manuel M. Ponce, y a los que se entraba por escaleras emplazadas en el jardín. Ahí estuvieron El América, el Pierre Marqués, El Negrete, El Barón Rojo, La Terraza de las Américas, El Cuchicheo, y en sus tablas se bailaba al ritmo de la música de orquestas como las de Chucho Márquez, Ladislao Juárez Ponce y Beto Díaz (REYES, 2004, 29)

     Y es que los tapancos formaron parte fundamental de las recreaciones feriales, lamentablemente fueron siendo removidos poco a poco, desde su espacio físico hasta del público que lo frecuentaba, pues, ir a un tapanco era sinónimo de sana diversión y de respeto, cuestión que cambió por completo, los tapancos fueron reubicados fuera del jardín, para ser colocados cerca de la Expoplaza y posteriormente en uno de los espacios que hoy ocupan la velaría de la feria; a estos últimos tapancos asistían los (conocidos peyorativamente como) “Cholos”, tapanco se convirtió en símbolo de desorden, de riñas, de peligro, pues incluso transitar cerca de ellos (de los tapancos) resultaba “peligroso”, aunque realmente no lo era tanto. Con la construcción de la velaría ferial, los tapancos fueron nuevamente reubicados, ahora sobre la Avenida Lienzo Charro, sin embargo no prosperaron; hoy en un abandonado taller mecánico, sólo sobrevive uno de ellos, El Barón Rojo.

     Sobrevive también la tradición musical del Jardín de San Marcos, pues aún permanece la bella y sana costumbre de escuchar a la Banda Sinfónica Municipal o a un mariachi en el kiosko del jardín, o asistir a las llamadas “Tardes Danzoneras” que el Gobierno Municipal ha organizado desde hace ya varios trienios. Por cierto, de hace unos cuanto años a la fecha, el Ayuntamiento colocó varios pares de bocinas al interior del jardín, para que quienes lo visiten por las mañanas puedan escuchar obras de Bach, Mozart, Strauss y otros compositores, mayormente extranjeros, buena idea; sin embargo no sería más conveniente que quien transita por el jardín, escuchara la obra de Manuel M. Ponce, o de Silvestre Revueltas, Moncayo, o por qué no, la música tradicional de nuestro país y de nuestro estado; no caería mal que por dicho medio se difunda la obra local y nacional.

     Incluso el kiosko del Jardín de San Marcos ha sufrido modificaciones, originalmente no existió, pues en su lugar se encontraba una pequeña fuente, aproximadamente a mediados del siglo XIX, la cual llevó el nombre del pintor aquicalidense, Saturnino Herrán. Posteriormente se colocó el primer kiosko sobre la citada fuente, los kioskos que han ocupado el centro del jardín han ido recorriendo varias plazas del estado, pues los removidos han sido reubicados en el Jardín de Guadalupe, en la explanada de Expoplaza (el cual se retiró para construir el bongee que sólo se utiliza en las fiestas de abril), en el Morelos, y así han ido recorriendo los distintos espacios públicos hasta llegar al lugar en el que ahora se encuentran. Incluso el kiosko formó parte de la historia de la Revolución Mexicana, cuando en la Soberana Convención Revolucionaria, los asistentes paseaban por el jardín o cuando en 1915 se presentó la banda de música de la División del Norte, dirigida por el maestro zacatecano Don Pomposo Caballero.

Al fondo de una calle señorial – la de la Merced – recorta el famoso parque su masa verde (…) se han abierto, en las esquinas, unas entradas, rompiendo la vieja fábrica de piedra de su balaustrada. En una fuente – nueva también – se lee el nombre de Saturnino Herrán, preclaro hijo de Aguascalientes. Pero ¿esto es lo que hizo mito en mi recuerdo y yo me representaba como algo colosal, fantástico? Sí, esto es. Ésta es la balaustrada que otrora fuera barrera infranqueable a mi paso y vadeaba metiéndome entre sus columnas. Una balaustrada que me da al pecho. El laberíntico bosque se reduce a unos prados – tan desaliñados como toda la ciudad – entre los que corren unos hilitos de agua. Unos hilitos de agua que en mi recuerdo eran ríos. Ríos en los que eché muchos barcos de papel(MAGDALENO, 1963, 310)
   
     Siempre rescatado y nuevamente olvidado, el Jardín de San Marcos sigue siendo el punto central de la verbena abrileña, aunque en la actualidad sea solamente el recuerdo simbólico de su origen, pues en la temporada ferial ya es muy poco visitado. Jardín de San Marcos que aún con el paso del tiempo, mantiene firmes sus columnas, sus puertas, que en el ocaso muestran a un sol imponente, cubierto por el contraluz de la cantera rosada que le antecede, jardín de la frescura matinal y hogar de ardillas que brincan de rama en rama y que comen de la mano de los paseantes que a ellas se acercan; jardín que encierra la leyenda de Las Platas, aquellas jóvenes que escondían su tesoro bajo un granado, o la del Encapuchado del jardín; San Marcos, jardín de laureles, pinos, fresnos y un gran cúmulo de flores que ornan las cercanías de las bancas de hierro forjado, en las que más de alguna ocasión se pudo escuchar el silbato del tren que llegaba a La Estación.

     Labor nuestra la de rescatar el Jardín de San Marcos, darle vida nuevamente, recorrer sus pasillos y andadores, disfrutar del aroma de las flores al iniciar el día, de conservarlo de mantenerlo vivo, no sólo en su estructura, sino en su esencia, en su historia y en su aporte a la vida de nuestro terruño, devolvámosle la vida y las historias que en él hemos forjado, las experiencias infantiles, familiares y personales que en su interior se han realizado; seamos participes de la vida de la ciudad, de la vida de nuestra sociedad, de la vida del Jardín de San Marcos.

Jardín de San Marcos, guirnalda de flores, luz y turbulencia de gozos y amores. Bajo los perfectos ojos de tus arcos pasa la vehemencia viril y galana de esta apasionada tierra provinciana(GAMES, 1963, 259)

En uno de esos domingos por la mañana, hice una pausa en mi lectura y me pregunté… Quién construyó el Jardín de San Marcos…





FUENTES


CAMACHO Sandoval, Salvador. La vuelta a la ciudad de Aguascalientes en 80 textos. Consejo de la crónica del estado de Aguascalientes, Instituto Cultural de Aguascalientes, Universidad Autónoma de Aguascalientes. México, 2005.

CAMPOS, Marco Antonio. Saturnino Herrán en Aguascalientes y la Ciudad de México. Editorial Filo de Agua. México, 2002.

ENGEL, José Luis. Diccionario General de Aguascalientes. Gobierno del Estado de Aguascalientes. Instituto Cultural de Aguascalientes, México. 1997.

________________. Efemérides de Aguascalientes Históricas y Culturales. Editorial Filo de Agua. México, 2000.

GAMES Orozco, Edmundo. San Marcos. En ACEVEDO Escobedo, Antonio. Letras sobre Aguascalientes. Instituto Cultural de Aguascalientes, México. 1963.

MAGDALENO, Mauricio. San Marcos. En ACEVEDO Escobedo, Antonio. Letras sobre Aguascalientes. Instituto Cultural de Aguascalientes, México. 1963.

PARTEAGUAS. Revista del Instituto Cultural de Aguascalientes. Otoño 2006, Año 2, No. 6.

PORTAL OFICIAL DEL GOBIERNO MUNICIPAL DE AGUASCALIENTES. www.ags.gob.mx

REYES, Ruiz, J. Jesús. Romance de los cuatro barrios. En ARELLANO Olivas, Ma. Del Carmen. SANDOVAL Cornejo, Martha Lilia. Los frutos ascendentes. Juegos Florales de la Feria Nacional de San Marcos 1931-1967. Gobierno del Estado de Aguascalientes, Instituto Cultural de Aguascalientes. México, 2002.

REYES Sahagún, Carlos. El Tema es Aguascalientes, 10 años de textos del Ferial. Instituto Cultural de Aguascalientes. México, 2004.

RODRIGUEZ Herrera, Mariano. Las Huellas del Che Guevara. Editorial De Bolsillo. México, 2004.

TOPETE Del Valle, Alejandro. Feria de San Marcos – Estampas y Recuerdos. Gobierno del Estado de Aguascalientes. México 1982.