- Eso me suena como a Termoeléctrico – Me respondió Adriana hace tiempo, al discutir sobre los gentilicios de nuestros respectivos lugares de origen. Ciertamente no es común debatir sobre temas como éste, sin embargo, el hecho de conocer a una persona oriunda de una región o un lugar del país distinto al propio causa cierta incertidumbre. – Soy de Aguascalientes – le dije y ése, es uno de los gentilicios.
Aguascalientes, apócope de lo que originalmente se llamara la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, ha sufrido en su haber el gran problema de la toponimia. Desde ser un poblado dentro del Camino Real de Tierra Adentro, a llamarse como Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, denominada la ciudad como Termápolis y Termópolis, hasta lo que, cómo lo menciona el Dr. Alfonso Pérez Romo, ha llegado a ser sólo Aguascalientes, a secas. De ahí la necesidad de nombrar a sus habitantes de una forma definida, por lo que, de tiempo a la fecha he decidido nombrar a quienes me cuestionan, los diversos gentilicios que determinan mi ciudad de origen.
Comencemos por el más común; Aguascalentense por antonomasia y por comodidad es la forma en que en gran parte de la republica (sino es que en todo el territorio nacional) se conoce a quienes provienen del estado que el gentilicio obvia, además de ser el único aceptado por la Real Academia Española de la Lengua; resulta sencillo pues, pensar en él, por la facilidad de su creación, pues los toponímicos más comunes (-ense, -eño, -ano, -eco) permiten su definición, mas como lo dijera el Dr. Pérez Romo:
“Cuando una persona contesta su origen con ella, más que pronunciarla, la recita”
Sin embargo, considero que nuestros gentilicios nos muestran la diversidad de la cultura mexicana y el gran problema de la desinformación que hoy en día sigue existiendo (aun con la diversidad de medios que nos permitirían hacerlo)
Los siguientes casos resultan interesantes. Hidrocálido, es tal vez el segundo mote que recibimos los natos en esta tierra, sin embargo este es un ejemplo muy claro de la hibridación que nuestra lengua ha padecido, pues como lo menciona José Moreno de Alba:
“Quien inventó la voz hidrocálido no tuvo en cuenta que estaba empleando un seudosufijo griego muy común para designar lo relativo al agua (hidro) unido a una voz latina (cálido), lo que da como resultado una formación híbrida”
Aunque más corto que Aguascalentense, pero más pintoresco y espontáneo, puede resultar un cuanto impropio y erróneo desde el punto más crítico del lenguaje, por conjuntar elementos griegos y latinos en una misma palabra, así como por parecer que en realidad no hablamos de un gentilicio sino de un calificativo de aquella persona que tiene su agua caliente.
Por su parte los siguientes gentilicios sí mantienen las partículas que los conforman; que, si bien el único problema que pudiese resultar, sería el hecho de transferirlos a lenguas muertas, sin embargo el uso de dichas lenguas no presenta (para quien escribe) problemática alguna.
Aquicalidense, antes que nada, es una palabra que el procesador de textos en que escribo, no reconoce; y que, si bien en cierto, solamente la he escuchado y/o leído a través de los medios de comunicación masiva locales, y no por mostrarse como grandes conocedores de la palabra, sino por la facilidad de utilizarla en el “Relleno” de espacio en el minuto y medio que tiene el reportero en su espacio radiofónico o por lograr la octava nota que requiere en su diario. Sin más, los comunicadores aquicalidenses, son quienes mantienen vivo dicho gentilicio.
En tiempos recientes, fueron semi-propuestos por el Dr. Alfonso Pérez Romo, los gentilicios Acalitense, Acaliteño y/o Acalitano, conservando la a de “aguas” y la partícula cali de “caliente”, sin embargo no se ha hecho difusión de los mismos, por ende el desconocimiento de la población sobre su existencia; ya es tiempo de utilizarlos ¿no?
Por último pero no menos importante, Hidrotemapolitano o hidrotermopolitano, es tal vez el más inusual de las denominaciones que los oriundos de Aguascalientes llegamos a conocer, el Dr. Pérez Romo incluso duda que haya alguien que conteste su origen con este gentilicio sin llegar a ser tachado como cursi, no sé si sea cursi o no, pero me resulta el más conveniente para retomar ciertos aspectos que en nuestra historia (local) se han dejado de lado. Grandes escritores han dedicado sus versos en dicha denominación; Un Viaje a Termápolis de Eduardo J. Correa, o Hidrotermópolis de José F. Elizondo, por mencionar un par de ejemplos.
Con el presente no se espera cambiar la percepción de quienes leen, sobre los gentilicios de nuestro estado, ni buscar el mejor de los mismos; sino simplemente, ampliar un poco más los horizontes de nuestra propia cultura, de nuestra gente, de nuestra historia y en sí, de nuestro ser como oriundos de Aguascalientes.
Por cierto, Adriana es Xochimilca; y quien escribe, es Hidrotermapolitano.
FUENTES
ACEVEDO Escobedo, Antonio. Letras sobre Aguascalientes. Instituto Cultural de Aguascalientes, México. 1963.
PÉREZ Romo, Alfonso. Testimonio de unos días. Universidad Autónoma de Aguascalientes, Instituto Cultural del Aguascalientes. México. 1999.
MORENO De Alba. Minucias del lenguaje. En www.fondodeculturaeconomica.com (En Línea)
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